El burnout o síndrome de desgaste profesional hace tiempo que dejó de ser un aspecto secundario de nuestra salud. Una parte vital de nuestro día a día está vinculada a nuestra profesión, al trabajo que desempeñamos y al entorno laboral. Por tanto, no es de extrañar que este pueda tener un efecto directo, y a menudo negativo, sobre la persona y su entorno. En un mundo donde la productividad se valora por encima del bienestar, muchas personas han normalizado el agotamiento como parte inevitable de la rutina laboral.
Algunas encuestas han indicado que la prevalencia de síntomas asociados se sitúa entre el 15% y el 25% de la población (Eurofound, 2018). Sin embargo, este fenómeno puede desencadenar consecuencias graves si no se detecta a tiempo.
¿De qué hablamos cuando decimos “estar quemados/as”?
El burnout es mucho más que estrés o cansancio. Se trata de un estado de agotamiento emocional, mental y físico crónico, causado por una exposición prolongada a situaciones laborales o personales altamente demandantes y estresantes. Este fenómeno no solo reduce nuestra productividad, sino que erosiona la identidad, la salud y la capacidad de disfrutar la vida.
Fue descrito por primera vez por el psicólogo Herbert Freudenberger (1974), y en 2019 la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) lo incluyó oficialmente como un fenómeno ocupacional, reconociéndolo la OMS como un riesgo laboral.
Aunque puede darse en cualquier profesión, hay sectores especialmente vulnerables, sobre todo los relacionados con el cuidado de otras personas, como medicina, enfermería o enseñanza, donde el contacto constante con individuos en situación de estrés puede generar sobrecarga emocional (Maslach, Schaufeli & Leiter, 2001).

Cómo identificar el Burnout
El CIE describe el burnout como el resultado de un estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha gestionado adecuadamente. Se caracteriza por tres dimensiones principales:
- Sentimiento de falta de energía o agotamiento: Fatiga crónica, alteraciones del sueño, migrañas, pérdida o aumento del apetito, ansiedad y estrés persistente.
- Aumento de la distancia mental frente al trabajo o sentimientos negativos hacia este: Cambios en la conducta laboral, irritabilidad y deterioro de las relaciones con colegas o clientes.
- Sensación de ineficacia y falta de realización personal: Descenso de la productividad, desmotivación, fallos de atención y sensación constante de frustración.
A diferencia del estrés puntual, el burnout persiste incluso durante el descanso y altera la percepción de logro personal. Su desarrollo es lento, por lo que muchas personas lo ignoran hasta que los síntomas son graves.
Y si te lo estás preguntando… sí, esta afectación supera las barreras del entorno laboral y se traslada a nuestra vida personal. Las relaciones laborales se deterioran por la irritabilidad y cinismo asociados. El agotamiento emocional afecta vínculos familiares y amistades. La persona se vuelve distante, crítica o desinteresada.

El burnout mantiene una estrecha relación con los problemas de salud mental. Un estudio de Ahola (2007) encontró que el 45% de las personas con burnout también cumplían criterios de depresión, el 21% sufrían ansiedad y el 10% presentaban consumo problemático de alcohol. Asimismo, el burnout se asocia a problemas de salud física, como un mayor riesgo cardiovascular y metabólico. También erosiona la autoestima y el sentido de identidad, especialmente en personas que vinculan su valor personal al desempeño profesional. Solo el 10% de quienes mostraban síntomas no presentaban alteraciones mentales o físicas.
Asimismo, el burnout se asocia a problemas de salud física, como un mayor riesgo cardiovascular y metabólico. También erosiona la autoestima y el sentido de identidad, especialmente en personas que vinculan su valor personal al desempeño profesional.
Nuevas tecnologías: ¿una ayuda?
Ahora que hemos visto diversos puntos sobre el síndrome burnout, nos queda preguntarnos: ¿pueden las nuevas tecnologías ser unas buenas aliadas y serán otro estreso más? La respuesta corta, podría ser un "depende".
Un estudio reciente de Zhang et al. (2024) sugiere que la digitalización de las empresas puede afectar la salud mental de los empleados, lo que a su vez puede dificultar su implementación. Sin embargo, un alto nivel de apoyo organizacional percibido actúa como factor protector: cuanto mayor es este apoyo, menores son los niveles de sobrecarga y agotamiento laboral.
Por otro lado, la tecnología también puede ser una aliada valiosa para la salud mental. Hoy existen herramientas digitales diseñadas para promover el bienestar en el entorno laboral, como plataformas que ofrecen seguimiento emocional, ejercicios de relajación, recomendaciones personalizadas o recordatorios para fomentar hábitos saludables. Cuando se aplican de manera ética y empática, estas soluciones pueden prevenir el burnout y mejorar la calidad de vida laboral.