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Cómo justicia, talento y contexto moldean el desarrollo psicológico en la infancia

Las experiencias de la infancia, el talento en contextos de pobreza y la influencia del entorno socioeconómico son piezas de un mismo rompecabezas: cómo se construye el desarrollo psicológico en la niñez y adolescencia.

¿Qué nos hace llegar a la adolescencia con resiliencia, motivación y bienestar psicológico? Tres líneas de investigación recientes ofrecen pistas complementarias: la percepción de justicia en el mundo, el potencial cognitivo en contextos de pobreza y el papel del entorno socioeconómico en las relaciones más íntimas. Estas pistas muestran cómo la infancia no solo se define por nuestras capacidades individuales, sino también por las condiciones sociales en que crecemos y las interacciones que mantenemos.

La brújula psicológica adolescente

Un estudio publicado en Journal of Personality analiza cómo la infancia influye en la creencia de un mundo justo durante la adolescencia. Esta creencia refleja hasta qué punto los adolescentes perciben que “el bien recibe recompensa” y “el mal recibe castigo”. Aunque pueda sonar ingenua, esto cumple una función adaptativa relacionándose con un mayor bienestar, motivación académica y confianza en las instituciones.

Un punto clave es que la formación de esta creencia está fuertemente moldeada por experiencias tempranas. Cuando los niños y niñas perciben reglas claras y un trato justo en casa o la escuela, llegan a la adolescencia con una percepción más sólida de justicia. Esto, a su vez, influye en cómo afrontan desafíos sociales y personales.

Niñas y niños brillantes en contextos de pobreza: ¿talento condenado a apagarse?

Un segundo estudio, publicado en Journal of Applied Developmental Psychology, explora el destino de la infancia con altas capacidades cognitivas en contextos de bajos ingresos. El equipo encontró que, a pesar de su desventaja socioeconómica, se mantienen las capacidades cognitivas durante los primeros años escolares.

Sin embargo, a medida que crecen, las brechas en los recursos disponibles, desde acceso a libros y programas de enriquecimiento hasta expectativas familiares o docentes, pueden limitar que ese potencial se traduzca en logros sostenidos. Es decir, el talento existe, pero necesita de un entorno que lo nutra para que no se diluya. Si durante la infancia se percibe que el esfuerzo no es recompensado con oportunidades, la visión de un mundo justo puede verse erosionada.

La huella invisible de la desigualdad

Otro estudio, publicado en Psychological Science, analiza cómo el estatus socioeconómico moldea las interacciones diádicas, como las que se dan durante la infancia con padres y madres. Los resultados muestran que el estatus socioeconómico no solo determina acceso a recursos materiales, sino también la calidad de la comunicación, la sensibilidad emocional y el estilo de apoyo mutuo dentro de estas relaciones fundamentales.

Por ejemplo, en contextos de mayor estrés económico, las figuras paternales pueden tener menos disponibilidad emocional, lo que afecta la seguridad del apego o la capacidad de aprender a regular las emociones durante la infancia. Así, la desigualdad económica se traduce en diferencias relacionales que impactan de forma directa en el desarrollo socioemocional.

Hacia una psicología más contextual y preventiva

Emerge un mensaje claro: la infancia y adolescencia no se entienden solo desde el individuo, sino desde su ecosistema. Estos estudios invitan a pensar en una psicología que no se limite a intervenir cuando surgen problemas, sino que prevenga desigualdades y potencie entornos justos.

La percepción de justicia orienta hacia la motivación y resiliencia en los entornos adecuados. Las altas capacidades pueden resistir adversidades iniciales, pero requiere de un apoyo sostenido para florecer en etapas más avanzadas de la vida. Y todo esto debe estar vehiculado por relaciones positivas, ya que serán las que transmitan o bloqueen este potencial. Esto nos hace pensar en un enfoque multidimensional, involucrando al sistema educativo, las familias y la comunidad para ayudar a estos jóvenes:

  • Escuelas que ofrezcan apoyos específicos para altas capacidades durante la infancia en contextos vulnerables.
  • Programas comunitarios que fortalezcan habilidades parentales y reduzcan la carga emocional del estrés económico.
  • Entornos familiares que transmitan reglas claras y percepciones de justicia para sostener la motivación.

Invertir en estos factores no es solo prevenir desigualdades, sino sembrar las bases de un bienestar psicológico más sólido y duradero en la adolescencia.

Identificar a estos infantes es fundamental, ya que pueden ser más vulnerables a diversas condiciones que afectan su salud mental. Por ello, resulta esencial implementar en las escuelas herramientas preventivas que permitan detectar rápidamente posibles dificultades y ofrecer apoyos específicos a los profesionales. Como sociedad, debemos priorizar la creación de un entorno seguro y estimulante, donde todos los niños y niñas puedan desarrollar sus capacidades al máximo, al mismo tiempo que se previenen problemas de salud mental que puedan limitar su bienestar.

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