
El 78% de las madres en España afirma sentirse agotada, una cifra diez puntos por encima de la media europea, generando una amplia repercusión social (Make Mothers Matter, 2025). En este artículo, exploramos uno de los factores que pueden estar contribuyendo a este problema: el papel de la mujer en las tareas de cuidado, que sigue siendo predominante mientras combina sus responsabilidades familiares con su participación activa en la sociedad y en el mundo laboral.
Cuando hablamos de tareas de cuidado, no nos referimos únicamente a las tareas directas hacia otras personas o relaciones, sino también a las indirectas, como ocurre, por ejemplo, con las tareas domésticas (Make Mothers Matter, 2020).
En Europa, las mujeres realizan más tareas de cuidado que los hombres en todas las áreas, especialmente en el cuidado de hijos/as (Eurofound, 2025). Además, tienden a combinar estas tareas de cuidado con su participación activa en el mundo laboral, teniendo así una doble presencia en ambos ámbitos: público y privado (Estevan et al., 2014).
Distintos estudios afirman que las mujeres sienten una gran presión por cumplir con múltiples roles: el profesional, el familiar y el de referente de cuidados, especialmente en lo que respecta a niños/as y personas mayores (Medina-Garrido et al, 2020).
¿Cómo contribuye el cuidado no remunerado a la sobrecarga mental de las madres?
Los datos muestran que las mujeres asumen una mayor carga diaria en las tareas de cuidado. El 41% realiza estas tareas todos los días, mientras que entre los hombres la cifra es del 33% (Ministerio de igualdad, 2025).
En las tareas domésticas, la diferencia también es notable. El 64% de las mujeres realiza estas actividades a diario, frente al 44% de los hombres. En cuanto al tiempo dedicado, ellas destinan cerca de tres horas diarias, mientras que los hombres dedican alrededor de dos (CIS, 2024).
A nivel de la Unión Europea, las mujeres tienen un 14% más de probabilidades que los hombres de cuidar a sus hijos/as y dedican un 52% más de horas a estas tareas (Eurofound, 2025).

¿Qué papel juegan la cultura y el contexto social en el reparto desigual de los cuidados?
Las estadísticas revelan que, aunque la participación masculina en tareas domésticas y de cuidado ha aumentado, aún queda camino por recorrer. La mujer está mucho más integrada en el ámbito público, pero el rol masculino no ha crecido proporcionalmente en el ámbito privado. Este desequilibrio no solo bloquea la conciliación familiar real, sino que también mantiene la brecha de género (González, 2025), reflejando el trasfondo de la estructura patriarcal de la sociedad.
En este contexto, la carga mental y la responsabilidad de las tareas de cuidado siguen recayendo principalmente en las mujeres, reflejando la persistencia de roles de género tradicionales. Esta situación es especialmente evidente en Europa del Este y del Sur, donde el cuidado se ha considerado históricamente una obligación moral destinada a garantizar la integridad familiar. En países como España, el rol femenino sigue siendo predominante en la realización de estas tareas (Eurofound, 2025).
Impacto de la doble presencia en la salud mental
La doble presencia requiere que la mujer dedique tiempo, atención y recursos tanto dentro como fuera de su núcleo familiar. Esto aumenta la carga laboral que debe manejar y propicia la sobrecarga mental, afectando directamente a su bienestar.
Además, las mujeres en este contexto pueden experimentar una presión significativa ante la imposibilidad de responder a las expectativas generadas por la exigencia de atender simultáneamente todas las demandas (Estevan et al., 2014).
Otro efecto de esta desigualdad en las tareas de cuidado es la llamada pobreza de tiempo, definida por Margarita Vega-Rapun como la escasez de tiempo libre disponible para una misma (González, 2025).

¿Cómo podemos contribuir en el avance hacia la corresponsabilidad en los cuidados?
Prestar atención a la desigualdad en el ámbito de cuidados no remunerados es una responsabilidad tanto institucional como social. Resulta fundamental observar las dinámicas que se generan en nuestro entorno más cercano y mostrarnos sensibles y abiertos a la reflexión, así como cuestionar los patrones que muchas veces reproducimos de forma automática, aprendidos del modelo patriarcal. La doble presencia de la mujer a menudo pasa desapercibida por su carácter sutil e implícito. Por ello, desarrollar conciencia y sensibilidad sobre este tema es esencial.
A nivel familiar, se requiere flexibilidad y cooperación real para garantizar la igualdad en el reparto de tareas. Esto incluye tanto tareas físicas como aquellas que permanecen a nivel mental, como la organización y la responsabilidad de las tareas domésticas y de cuidado (Díaz, 2015). Desde la comprensión y la empatía, podemos avanzar en la distribución equilibrada de estas responsabilidades, reconociendo tanto las tareas visibles como las que suelen pasar desapercibidas.





